-Ir de compras por las elegantes calles del centro Vía Condotti, Vía del Babuino, Vía del Corso, puede ser una experiencia inolvidable o una verdadera pesadilla, dependiendo del día. Los sábados se asiste a lo que los romanos llaman struscio, una enorme fila de gente que se mueve lenta a lo largo de la calle mirando encantadoras vidrieras, entrando y saliendo de los bares, y charlando en las veredas.
-La primera razón es muy
simple: la palabra Roma es especular de amor, del latín durante la época del
antiguo imperio romano, pero también en el español actual. Escuelas de teología
y largas investigaciones revelan que Roma no fue llamada así por casualidad,
sino por ser una ciudad destinada a transformarse en caput mundi, en latín, centro del mundo .
-Más allá de las raras ocasiones en que nieva y la ciudad se
detiene, el clima soleado y temperadoes otro motivo valido para
enamorarse de Roma: el cielo se tiñe de azul casi todos los días y desde el mar
llega la brisa, el gorjeo de las gaviotas y el olor mediterráneo de los pinos
marítimos.
-El sonido del agua de las numerosas fuentes diseminadas por toda la ciudad acompaña el ritmo de la vida romana. Cada fuente
tiene su razón de existir, como por ejemplo la Dell' Acqua Paola, en el
Gianicolo (una de las siete colinas de Roma), que debido a su ubicación permite
en una sola mirada percibir toda la pasión, el trabajo y el esplendor de los
artistas que han construido la ciudad durante siglos.
-En el centro histórico , cualquier dirección
puede corresponder a un antiguo palacio majestuoso que representa la potencia
de las grandes familias nobles romanas, de la iglesia opulenta y de los papas
dispendiosos de la antigüedad. Las cúpulas, las fachadas, las fuentes
realizadas por los máximos arquitectos del siglo XVII, Gianlorenzo Bernini y
Francesco Borromini, hacen revivir la época barroca en cada esquina.
-Los domingos al mediodía más vale recibir la misa y la bendición del Papa en la plaza San Pietro, antes de visitar la
Basílica di San Pietro, las tumbas de los papas, los Museos Vaticanos y la
Capilla Sixtina. Y, al fin, enfrentar la difícil subida a la cúpula de San
Pietro para sorprenderse frente al paisaje. Recordar que se trata de un lugar
sagrado al que conviene llegar con espalda y rodillas cubiertas para no
quedarse afuera. Para averiguar los horarios de misa y demás información,
consultar
-Comer carciofi alla giudia (alcauciles
a la judía) en el antiguo barrio judío es un momento gastronómico revelador. El
encanto de este barrio, hoy entre los más fascinantes y eclécticos de la
ciudad, también se debe a la cantidad de restaurantes que sirven comida
riquísima a muy buen precio. Por entre 6 y 10 euros se puede comer un plato de
alcauciles, de bucatini (un tipo de pasta) all'amatriciana o las puntarelle
alla romana, ensalada especial condimentada con salsa de anchoas, típica de la
capital italiana.
-Mirar por la cerradura del Giardino degli
Aranci (Jardín de los Naranjos), en la cima del Aventino (otra de las siete
colinas de Roma), es una forma tradicional, pero muy original de gozar de la
vista de Roma. Metiendo el ojo en el hueco de la cerradura de la puerta del
Priorato dei Cavalieri di Malta (sede histórica de esta orden religiosa)
aparece la cúpula de San Pietro enmarcada en los árboles del Priorato como si
fuera un cuadro.
-Girare in motorino ( recorrer en motocicleta )
es la típica y la mejor forma (¡y la más rápida!) de conocer Roma. Así se evita
el tránsito caótico y se llega a tiempo para ver el atardecer desde la terraza
del Castel Sant'Angelo, del año 139, en la orilla derecha del río Tevere, a
pasos de la Ciudad del Vaticano. A esas horas, por el Lungotevere, el bulevar
que corre junto al río, se ven los antiguos palacios que se asoman asumiendo
una tonalidad miel.
-Comer sandía por las calles es otra tradición
bien romana. En verano las calles se llenan de quioscos de frutas que, por un
euro, venden sandía ya servida en un plato, con un cuchillo, útil para
recuperarse de la canícula molesta de los días de verano.
-Probar pizza en San Lorenzo : los restaurantes
y trattorias de este barrio tradicional llenan las veredas con mesitas y
ofrecen las pizzas más ricas de la ciudad. Con un precio medio entre 18 y 20
euros, en los restaurantes Il Podista, i Fratelli, La Casetta e Il Maratoneta
se puede tomar una cerveza, comer una rica entrada, una deliciosa pizza y
terminar con un enérgico café expreso.
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